Reikiavik, el despertar de las calles

Los mediados de noviembre suele ser un periodo en que la luz se desvanece a gran velocidad, cuando la temperatura se empieza a notar, acentuada por las ráfagas de viento que comienzan a azotar las calles. Solo hace falta estar un cuarto de hora en la principal calle comercial de Reikiavik, donde el Harpa, reluciente centro de convenciones y conciertos de vidrio y acero, inaugurado en 2011, para darse cuenta de que realmente no hay «temporada baja» en Reikiavik. El turista es omnipresente, se encuentra en todas partes. Las lenguas chocan entre sí, del japonés al francés. El residente responde en un inglés fluido consumado. En diez años, la capital de Islandia ha sido testigo del deshielo del sector turístico gracias a cifras espectaculares: entre 2010 y 2015, la afluencia turística a la isla volcánica casi se ha triplicado, pasando aproximadamente de 490.000 visitantes anuales a 1,28 millones.

El turismo se ha convertido en la principal actividad económica  del país, su gasolina. Este aumento es parte de un movimiento global: Islandia vuelve a aparecer con unas estadísticas de ensueño, el crecimiento es del 3,5% y  el desempleo se sitúa en un 4%. Casi nos olvidamos del pasado. Hace casi diez años, en octubre de 2008, una crisis bancaria sin precedentes puso al borde de la quiebra al país y detonó en pleno vuelo el «milagro» de que el país se había jactado durante décadas, con un paro prácticamente inexistente y un crecimiento anual del 4,5% de media, además de un producto interno bruto de 40.000 euros por habitante. Lo que convertía al país en uno de los mejores del mundo en lo que a nivel de vida se refiere, justo después de la noruegos.

 

¿Qué monumentos debemos visitar para entender este drástico cambio?

  • La casa de Höfði: en el norte de Reikiavik, la capital de Islandia, construida en 1909. Se encuentra en Félagstúni, en la calle Borgartún. Es una pequeña casa de madera blanca, a escasos metros frente al mar. Islandia se la debe a Francia por un cónsul que la encargó en 1909. Actualmente pertenece a la ciudad, que se utiliza para las recepciones oficiales. Pero la casa Hofdi es más conocida por albergar a Ronald Reagan y a Mikhail Gorbachov el 11 de octubre de 1986 para alcanzar un acuerdo de política de desarme conjunta.
  • La estatua de Jón Sigurðsson, que fue el padre de la independencia islandesa. A menudo es nombrado como el presidente («Jón Forseti») por los islandeses.
  • La estatua de Ingólfur Arnarson, explorador y caudillo vikingo de Sogn, Noruega, considerado el primer colono nórdico de Islandia. Era hijo de Örn Brynjólfsson y descendiente directo de Hrómundr Gripsson. En 874, Ingólfur desembarcó en el cabo Ingólfshöfði y unos meses después estableció su hacienda en Reikiavik, lo que supuso el comienzo de la colonización de la isla, la cual duró hasta 930. La estatua está localizada en una pequeña colina al este del puerto de Reikiavik.
  • La casa del parlamento: «Alþingishúsið» es la sede del Parlamento de Islandia, debe su hermoso color gris a la diabasa (roca volcánica) que lo compone. Situado en el corazón de la ciudad, los manifestantes se manifestaron ante este austero edificio durante la crisis de 2008, en la que exigieron durante días nuevas elecciones de renuncia y formar un nuevo gobierno. Lo obtuvieron: la izquierda ganó en abril de 2009.

 

Islandia, contra todo pronóstico, se recuperó de la grave crisis que acechaba al país dejando caer su sistema bancario. No alimentando el monstruo, como hicieron muchos otros países europeos, como España.

El festival musical, pilar en auge para la economía local

«¿El arte por el arte?» Ya no. Un número creciente de estudios de impacto económico llevados a cabo por grupos de artes sugieren que los festivales de música tienen un notable impacto favorable en la economía local.

Hace algunos años, se les encargó un estudio a los grupos artísticos de la región de Berkshire de Massachusetts. Las conclusiones de este texto determinaron que la cultura trajo unos 6.000 puestos de trabajo a la región y ayudó a mantener los restaurantes y hoteles locales.

En España, la música se ha convertido en un nuevo pilar de la oferta turística veraniega y muchas de las ciudades la usan para competir con destinos más baratos del Mediterráneo. Véase el caso de Burriana, con su Arenal Sound, o el pueblo almeriense de Villaricos conocido por su ya famoso Dreambeach. Los festivales de música se han convertido en un verdadero motor del turismo cultural, ya que son capaces mover a cientos de miles de visitantes. En definitiva, la música es el más efímero de los placeres del patrimonio cultural.

Es esencial que para que un festival cultural, del tipo que sea, tenga éxito, es necesario que se cumplan una serie de condiciones en el lugar en el que se va a desarrollar: las comunicaciones, los precios, los recursos de la zona y su oferta de alojamiento.

Los festivales están favoreciendo el desarrollo del turismo cultural que atrae a turistas de todo el mundo para eventos de una comunidad local y promover el intercambio cultural entre turistas y residentes. El turismo cultural aporta beneficios a las ciudades anfitrionas, la mayor parte de éstos favoreciendo principalmente a los pequeños comerciantes y hosteleros.

No hay duda de que los festivales culturales tienen efectos importantes en la economía local, directa e indirectamente. El gasto de los visitantes sobre los bienes y servicios locales en los eventos turísticos tiene un impacto económico directo en las empresas locales y también aumenta los beneficios en toda la economía y en la comunidad específica en la que se desarrolla. Por otra parte, en países subdesarrollados o poco abiertos a la sociedad turística, el turismo cultural no tiene en cuenta la pérdida de belleza local, la degradación ambiental y los efectos que genera en la población local la participación directa e indirecta con los turistas.

En definitiva, el turismo cultural, y más específicamente la música, se ha convertido en el gran atractivo turístico que desplaza y aglutina a miles de jóvenes procedentes de cualquier parte del planeta.