El 28 de enero de 2017, el 45º presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó un decreto para supuestamente «proteger al país de la entrada de terroristas extranjeros». Con esta medida, Trump prohibía entrar en EEUU a ciudadanos de siete países musulmanes. De esta manera, no se permitía la entrada al país norteamericano de ciudadanos procedentes de Irán, Siria, Irak, Somalia, Sudán, Yemen y Libia. Además, la orden suspendía la entrada de todos los refugiados al país durante 120 días y la de refugiados sirios indefinidamente.
El decreto firmado hacía referencia en varias ocasiones al atentado del 11-S con el fin de justificar la prohibición. Pero, pese a que los terroristas de aquel ataque eran en su mayoría originarios de Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Líbano y Egipto, a ninguno de estos países se les ha suspendido la entrada en Estados Unidos.
A principios de marzo, Trump volvió a firmar un nuevo veto migratorio para reducir el caos generado por la firma de la primera prohibición. La diferencia más significativa entre ambas es que ahora vuelve a permitir la entrada de iraquíes en territorio yanqui. Este nuevo veto entra vigor el próximo jueves 16 de marzo.
Pero, ¿qué consecuencias va a tener todo esto en el sector turístico?
El pasado 8 de marzo comenzó en Berlín la Feria Internacional del Turismo (ITB) que alertó de los efectos adversos del veto migratorio firmado por el presidente de EEUU, Donald Trump. También recordó que las prohibiciones y restricciones a los viajeros afectan al conjunto de la economía. «La libertad y los viajes son términos interrelacionados», señaló el presidente de la Federación Alemana del Turismo, Michael Frenzel, en la conferencia de prensa previa a la inauguración de la feria.
Por su parte, el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, dijo sentirse decepcionado sobre los efectos de la política migratoria estadounidense en el sector y extendió esa consternación al nuevo decreto. Comentó que el aislamiento no aumenta la seguridad, sino que hace que crezcan las tensiones y las amenazas. También afirmó que a la hora de decidir un destino vacacional se tienen «muy en cuenta» aspectos como la sensación de que se va a sufrir «algún tipo de discriminación, del tipo que sea», en el país al que se acude.
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